LLIJLLA

Encontrar artesanas dedicadas al tejido a telar o a la artesanía textil atacameña ha sido difícil ya que quedan pocas o por no decir solo la Señora Evangelista Soza Flores (nacida en Talabre).
Con  el paso de los años han llegado empresas a los pueblos, y la gente comenzó a trabajar en las empresas dejando  la artesanía, y por otro lado la artesanía que llega de los países andinos vecinos lo cual es casi imposible competir con los precios.
La señora Evangelista Soza Flores, actualmente se dedica a ser monitora textil en los pueblos atacameños, y en su taller para desarrollar prendas textiles, Ella  conserva la costumbre del tejido de Llijllas , mantas de diferentes tamaños usadas por las mujeres para sostener en la espalda a los hijos o mercaderías, las tradicionales talegas, fajas, chuspas (pequeñas bolsitas que se llenan de coca y se llevan al cuello, representando un elemento litúrgico fundamental en la ceremonia de limpia de canales) y prendas más modernas tejidas a telar.






"Es una tradición frágil y rica a la vez, porque ella es analfabeta y todo lo que sabe lo transmite de manera oral. Con sus tejidos, practica una resistencia cultural que la acerca a la labor del artista, porque la práctica de la manualidad en el mundo moderno ya no responde a la supervivencia. Si ella hubiera asimilado completamente los valores de la modernidad, tejería a máquina o le compraría productos a otros artesanos de pueblos interiores a precio mas barato para comercializarlos". Fuente el Mercurio año 2001



“La larga relación con los tejidos de Evangelista Soza comenzó a los seis años cuando aprendió a hilar la lana en el huso: "Mi madre me enseñó. Me mandaba a hilar, a torcer, lavar y ovillar la lana para hacer talegas (bolsas para guardar mercaderías). Luego, me enseñó el dibujo, la labor, como lo llamamos nosotros. Estábamos obligadas a aprender a tejer porque debíamos hilar para nuestra cama. Hacer frazadas, mantas, ponchos, las fajas para el esposo y los hijos". Fuente el Mercurio año 2001






“Un oficio en extinción, condenado por la industrialización y la falta de apoyo, que, sin embargo, representa la identidad y la vocación incuestionable de mujeres como Evangelista. "Hay pueblos como Peine, donde se instaló una gran industria y dejaron la artesanía. Y así se ha ido perdiendo la tradición, porque la gente la ha dejado. Mis propios hermanos ya lo están dejando, por el motivo de que cuesta vender y buscan otros trabajos. Yo nunca he dejado este conocimiento. He capacitado a varias señoras. Es difícil, pero he logrado vivir de esto. Pero la verdad es que es mucho trabajo, y no se valora", lamenta Evangelista”.

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